miércoles, 6 de diciembre de 2017

La leyenda del algarrobo



Cuenta la leyenda que en Finestrat, pueblo montañoso conocido por sus fuentes y huertas. 

Habitaba un astuto campesino llamado Vicente. Éhabía crecido en el campo, desde pequeño conocía cada árbol, cada arbusto, cada flor del terreno... 

Vicente estaba profundamente enamorado de María José, la mujer más impresionante del pueblo, pero claro, no era correspondido por ella. 

Vicente sufría por este amor, se repetía cada día que haría cualquier cosa para conseguir a María José. 

Esta petición llegó a oídos del malvado Belcebú, que rápidamente vio la posibilidad de incorporar una nueva alma a su ejército de las tinieblas. 

Así fue como el Rey del infierno emprendió el viaje hasta el hermoso pueblo de Finestrat. 

Poco le costó a Belcebú localizar a su presunta presa, ya que todo el pueblo conocía a Vicente, porque este era muy querido y reconocido por su astucia y saber del campo. 

Vicente estaba bajo un enorme algarrobo, recogía sus frutos minuciosamente. Cada una de las algarrobas le servirían para dar de comer a su caballo Pancho, y para hacerse ricos postres en invierno.  

De repente escuchó una lúgubre voz que le decía: 
  • - He oído que una pena de amor te hace sufrir. - dijo Belcebú. 
  • - Si, es cierto. - respondió Vicente.  
  • - Sabes que yo podría curar esa pena, si tú me dejas. - sonrió maliciosamente el diablo. 

Vicente se quedó pensativo, sin saber si confiar en Belcebú. Finalmente, asintió: 

  • -  Imagino que resolver mi pena, no me saldrá sin nada a cambio. 
  • - Exacto, el trato será que podrás gozar del amor de María José a cambio de tu alma, que vendré a recoger, según acordemos. 

El campesino reflexionó mucho las palabras del diablo, ya que por una parte adoraba a María José, pero por otra no quería perder su alma. De repente se le ocurrió una gran y astuta idea, y le propuso un pacto. 

  • - De acuerdo Belcebú, mi trato es el siguiente, tendré el amor de María José sin que tú te entrometas hasta que mi algarrobo deje de tener frutos en sus largas y fuertes ramas. 

El diablo se frotó las manos pensando en el buen trato que le había ofrecido el necio campesino, ya que él pensó que, en solo un año, podría volver y quedarse con su alma. Por tanto, aceptó el pacto. 

Ambos se dieron la mano sellando el trato, y curiosamente, sonriendo los dos.

   

Belcebú volvió al infierno, ya que no podía soportar durante más tiempo el frio del montañoso pueblo de Finestrat; pensando en que dentro de un año se volverían a ver las caras. 

Después de ese extraño día, todo volvió a la normalidadamaneció como cualquier otro día en aquel pueblo. Vicente decidió bajar a comprar el pan y allí estaba su amada, María José  

Ella le habló interesada, él, sorprendido de la rapidez del efecto, contestó muy amablemente. Casi sin darse cuenta, habían pasado horas y horas hablando y contándose uno al otro todas sus aventuras; por supuesto nada le contó del trato con el malvado. 

a tras día, Vicente bajaba con la excusa de comprar el pan al pueblo para encontrarse con ella. Ella buscaba el momento para encontrarse con él y así conocerse un poco más. El amor entre ambos fue creciendo más y más hasta casarse. Eran muy felices y nada ni nadie podría frenar ese amor. 

Durante el largo tiempo que estuvieron conociéndose, Vicente pudo ver que María José era una persona generosa, buena cocinera, se preocupaba por los demás... Y Vicente se dio cuenta de lo mucho que la quería y que gracias a ella no todo su tiempo iba invertido al campo, sino que también dedicaba gran parte de su tiempo para estar juntos y compartir su felicidad. 

Llegó el esperado año, y Belcebú regresó al pueblo para cobrar su parte del trato. Como era habitual, encontró a Vicente en la huerta cultivando su extenso campo. Cuando Vicente lo vio, no se sorprendió ya que esperaba su llegada.  

  • -  Buenos días Vicente, vengo a por mi parte del trato, tu alma. - dijo el rey del infierno. 
  • - Creo que aún no ha llegado el momento, ves a mirar el algarrobo... - respondió feliz el campesino. 

Belcebú, asombrado, se dio cuenta que habían caído ya las algarrobas, pero ya estaban saliendo otras más pequeñas. No le dio importancia, y decidió esperar un año más, ya que pensaba que sería alguna cosa de la naturaleza, por lo que se fue pensativo y decepcionado. 

Vicente y María José siguieron viviendo muy felices y enamorados en la casa de campo. Pasado otro año, el rey del infierno volvió a visitarlos, y para su sorpresa, como el año anterior, habían algarrobas en el árbol.  

Llegado el tercer año y tras comprobar de nuevo que el algarrobo tenía frutos, el diablo descubrió que había sido engañado por el sabio campesino, Vicente.  

El algarrobo es un árbol que nunca deja de dar fruto. Gracias a este conocimiento de la naturaleza un humilde campesino logró engañar al mismísimo Belcebú, que se creía muy listo. 

Finalmente, María José y Vicente vivieron su amor tranquilamente en la casa de campo por siempre felices, comiendo perdices.

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